Época: Inicios Guerra Fria
Inicio: Año 1945
Fin: Año 2000

Antecedente:
Reconstrucción de la Europa democrática



Comentario

En Italia, la fase final de la guerra constituyó, en realidad, una auténtica guerra civil. Eso es lo que explica que el "viento del Norte", es decir, los aires revolucionarios instalados en esta parte del país, jugaran un papel muy importante en los primeros años de la Italia republicana. El impacto del conflicto sobre la vida y la conciencia de los italianos fue mucho mayor no sólo que el producido por la Gran Guerra sino también que el generado por el propio Risorgimento.
La memoria de la lucha entre fascistas y antifascistas fue uno de los elementos vertebradores de la Italia de la posguerra. De momento, los seis partidos representados en la resistencia formaron un Comité de Liberación Nacional, cuya autoridad debió reconocer el Gobierno Bonomi a fines del año 1944 en la zona Norte. La actitud contemporizadora de los comunistas, dirigidos por Palmiro Togliatti, contribuyó a hacer posible esta fórmula de convivencia temporal entre dos legitimidades. En un discurso que se hizo célebre, pronunciado en Salerno -dando lugar a la llamada "svolta di Salerno"- señaló la necesidad de dejar a un lado los objetivos revolucionarios y colaborar con el resto de las fuerzas políticas.

Sin embargo, hasta junio de 1945, no se llegó a una solución que integrara la dualidad de poderes existentes con el Gobierno de Ferruccio Parri, personaje vinculado al Partito d'Azione, un conglomerado liberal y progresista que, si había tenido una destacada importancia en la resistencia, no llegó a fraguar con posterioridad como partido de masas. Parri contó con una especie de organismo colectivo de consulta, formado por los partidos de la resistencia y tuvo en el seno de su Gobierno a sus principales dirigentes, como el democristiano De Gasperi, el socialista Nenni y el propio Togliatti. Poco ducho en cuestiones administrativas y muy receloso, Parri acabó cediendo el poder, a fines de año, a De Gasperi. Este giro, que para algunos supone el principio de clericalización de la política italiana, en realidad estuvo motivado en la debilidad de la posición política de Parri.

A estas alturas ya se habían planteado algunas cuestiones decisivas que tardarían en ser resueltas. Hubo movimientos separatistas en Sicilia y Cerdeña y, sobre todo, otro, bajo el impreciso título L'uomo qualunque -el hombre cualquiera- que, inspirado por el escritor Giannini, se convirtió en representante de los antiguos fascistas y de los decepcionados por los partidos democráticos. Mientras tanto, la depuración de los colaboradores del fascismo se había realizado de un modo superficial y muy poco exigente. A comienzos de los sesenta, se pudo constatar que tan sólo dos de los 64 "prefetti" existentes habían militado en la resistencia.

Pero la cuestión política más grave que estaba pendiente de resolución era la relativa a la Monarquía. Titubeante y, al mismo tiempo, convencido de su popularidad, el rey Vittorio Emmanuele tardó en abdicar en su hijo Umberto hasta tan sólo unas semanas antes de jugarse su destino en un referéndum. Celebrado en junio de 1946, la República obtuvo el 54% de los votos, pero una preocupante señal de la desarticulación política del país fue la victoria de la Monarquía en la mitad Sur del mismo.

La forma en que quedó planteada y resuelta la cuestión de régimen fue una prueba evidente de la habilidad política de De Gasperi. No aceptó el nuevo primer ministro que la cuestión fuera decidida por una Asamblea Constituyente sino que la reservó para un referéndum en el que la democracia cristiana -cuyos dirigentes eran mayoritariamente republicanos, aunque las masas que les votaban no lo fueran- no se jugara su destino. En realidad, este partido no había nacido como resultado de una especie de conspiración clerical y vaticanista, sino que se había impuesto sobre estos medios como única solución para cerrar el camino a la izquierda.

Los medios clericales y el propio Vaticano vieron en la situación de la posguerra un peligro apocalíptico y movilizaron todas sus fuerzas para reconstruir el papel directivo de la Iglesia en la nueva Italia. Esta actitud corría el peligro de acabar en el clericalismo pero De Gasperi, cuyo objetivo fundamental era estabilizar el Estado democrático, definió a su partido, en un sentido de clara ruptura con respecto a su pasado confesional, como "un partido de centro que se mueve hacia la izquierda". No obstante, en materia económica su Gobierno se identificó de forma meridianamente clara con la economía de mercado, como se puede percibir por el hecho de que las medidas de reconstrucción quedaron en manos del liberal Einaudi.

Las primeras elecciones, que tuvieron lugar al mismo tiempo que el plebiscito, produjeron un cambio decisivo en la vida política italiana. La fuerza política que obtuvo más votos fue la Democracia Cristiana (35%), seguida por los socialistas (20%) y los comunistas (19%), mientras que los liberales, el sector político más importante de la época prefascista, sólo llegaron al 7%. Más importante que esta distribución del voto fue el hecho de que a partir de este momento la política italiana presenció la definitiva entrada en ella de las masas. La dominaron dos poderosísimos partidos, capaces de lograr una penetración capilar en la sociedad: la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, dotados de amplia implantación gracias a sus organizaciones sociales paralelas. Por su parte, el Partido Socialista acabó marginado a un tercer puesto debido a su división interna. Nenni, su dirigente principal, mantuvo durante estos años una política de unidad con los comunistas y una política exterior poco propicia a la identificación con el mundo occidental; su discurso, a menudo irritó más a la derecha que el de los propios comunistas. En 1947, el partido se dividió apareciendo una tendencia socialdemócrata.

El Gobierno formado después de las elecciones fue tripartito, con la colaboración de los tres partidos más votados. Estaba destinado a no durar mucho pero supo pilotar el cambio constitucional. La elaboración de la Ley Fundamental fue lenta y algunos preceptos -los relativos a la descentralización- tardaron mucho en llevarse a la práctica, pero la Constitución resultó duradera y capaz de ser aceptada por grupos políticos muy dispares. Una prueba de las cesiones que cada grupo debió hacer la proporciona el hecho de que el Partido Comunista acabó aceptando la constitucionalización de los Pactos Lateranenses, suscritos en 1929 entre el Vaticano y el régimen fascista.

Sin embargo, la distancia entre los partidos era tan considerable que el conflicto acabó por estallar a mediados de 1947. Los sucesos del Este de Europa jugaron en ello un papel muy importante, pero no hay que olvidar tampoco que el PCI seguía dando pie a temores, por mantener sus políticas revolucionarias. Socialistas y comunistas italianos aceptaron la destrucción de la democracia en Checoslovaquia y en los años de la posguerra hubo que incautar 35.000 fusiles automáticos y 37.000 pistolas que habían quedado en manos de los antiguos partisanos. La respuesta de De Gasperi ante estos presuntos o reales peligros antidemocráticos consistió en pasar de un Gobierno tripartito a uno cuatripartito, sumando a la Democracia Cristiana grupos menores -liberales, socialdemócratas y republicanos- que tenían una clara vocación democrática y un carácter laico.

Por su parte, socialistas y comunistas formaron un Frente Democrático Popular que acudió en coalición a las elecciones en abril. El resultado de esta consulta fue una muy clara victoria de la Democracia Cristiana que logró casi el 49% de los votos mientras que las izquierdas quedaron en tan sólo el 31% perdiendo votos hacia los socialdemócratas que lideraba Saragat. En adelante, ya no se pondría en duda la pertenencia de Italia al mundo democrático. De Gasperi hubiera podido formar un Gobierno monocolor -porque tenía suficiente número de escaños- pero prefirió mantener el cuatripartito.

Un factor que pudo influir en el resultado de las elecciones fue que los Estados Unidos apoyaron la posición del Gobierno italiano en lo que respecta a Trieste y dejaron claro que el mantenimiento de su ayuda económica dependía de que no hubiera un deslizamiento hacia el comunismo. Ya entonces estaba clara la definición occidental de la política exterior italiana: el viaje de De Gasperi a Estados Unidos al comienzo de 1947 debe ser interpretado como un resultado de esta identificación más que como una prueba del intervencionismo norteamericano en la política italiana.

Privada de sus colonias, Italia tenía que borrar, además, la pésima imagen internacional que había producido en el momento de su intervención en la guerra en 1940. Pero superó estas dificultades: las reparaciones que pagó no fueron de gran magnitud y, en realidad, de forma indirecta fueron asumidas por los norteamericanos. Lo peor fue que las propias fronteras italianas fueron motivo de controversia. Francia ocupó el valle de Aosta, pero acabó abandonándolo. Sobre el Tirol del Sur, mayoritariamente germanoparlante, se llegó a un acuerdo con Austria basado en la implantación de un régimen de autonomía. Trieste acabó siendo recuperado, tras ásperas tensiones con Yugoslavia.

Tanto el balance de política interna como el de la exterior de los primeros años de posguerra fueron positivos, porque estabilizaron la situación de una Italia democrática. A partir de la crucial elección de 1948, la fórmula de gobierno siguió siendo idéntica. La Democracia Cristiana continuó siendo el eje de la vida política apoyada por los republicanos de La Malfa, los liberales convertidos en representantes de los intereses de la gran industria y dirigidos por Malagodi, y los socialdemócratas. La novedad más importante de los años cincuenta fue la reaparición de la extrema derecha en dos movimientos -Movimento Soziale Italiano y monárquicos- que arrebataron una parte del voto democristiano. En el partido de De Gasperi hubo también una tendencia en los sectores más derechistas proclive a romper la posición centrista e incluso a colaborar con los partidos de derecha.

Pero el jefe de Gobierno mantuvo su opción. La presentación de un anteproyecto de nueva ley electoral, aunque muy controvertido, no tuvo otro objetivo que hacer perdurar la fórmula centrista. La disposición pretendía introducir el emparentamiento de varias listas electorales de modo que si una opción llegaba a más del 50% de los votos se le atribuirían dos tercios de los escaños. Aunque nada tenía que ver con cualquier tipo de antecedente de la época mussoliniana, inmediatamente la izquierda estableció comparaciones. denigratorias. Pero lo peor para De Gasperi fue que el proyecto acabó por dividir a los partidos de la coalición centrista. En las elecciones de 1953, a éstos sólo les faltaron 60.000 votos para lograr el ansiado 50%, pero la Democracia Cristiana perdió ocho puntos porcentuales. Amargado, De Gasperi se retiró y no tardaría en morir, en 1954.

A pesar de su desaparición, la fórmula política que siguió existiendo fue semejante, aunque los partidos laicos en ocasiones apoyaran al Gobierno desde fuera. Sin embargo, el talante de los sucesores de De Gasperi -Pella, Scelba, Segni- fue mucho más conservador. En el período 1953-1958 se sucedieron seis Gobiernos, lo que testimonia una gran inestabilidad, multiplicada por el hecho de que en la Democracia Cristiana había hasta cinco corrientes distintas. Pero la Italia democrática había conseguido superar uno de los peores momentos de su Historia. Si las imágenes del cine neorrealista constituyeron una excelente prueba de lo grave que había sido el impacto de la guerra, en 1953 los italianos podían ver en sus pantallas cinematográficas la película Pan, amor y fantasía que ofrecía una perspectiva mucho más amable y optimista.